Autor: Aozora
Titulo: With a bite
Pareja/Personajes: Kevin x Marumir [KeMaru]
Genero: Drama, Angst, Pornoso (?)
Capítulos: 1
Notas: dedicado a Yuuto ♥
--------------
Las risas se habían acabado, y sólo nos encontrábamos tú y yo en este pequeño sitio. Mirando uno de los colgadores, sonreíste y hablaste algo de lo tontos que somos al hacer cosas como esas.
Afuera, Alexander seguía con su risa escandalosa, que cada vez se hacía más callada, como alejándose.
- Salgamos, hace calor – y no supe si fueron esas sensaciones raras que trae la primavera o el olor que desprendía tu cuello, pero de un momento a otro la puerta del closet se encontraba trancada, por mi mano, y tu cuerpo apoyado en la madera, otra vez.
Ni yo entendí por qué había hecho eso en una milésima de segundo, pero ya que te tenía semi dominado, jugar no haría nada de mal, ¿verdad?
- ¿Qué? ¿Me vas a morder otra vez? – bufaste con media sonrisa estampada en la cara, como manejando la situación, como si fueras tú el del control absoluto. Y quizás así era, sólo hasta que mis dientes efectivamente te mordieron otra vez.
Había sido extraño, lo acepto, pero el gemido en protesta me hizo olvidar que lo que te hacía era un poco antinatural, y luego de haber casi lazerado tu piel, saboreé lo salado que había quedado en mis labios. Estabas sudando, y tu fingido autocontrol me lo había llevado entre los dientes.
Ya no era necesario afirmar la puerta, tú ya te habías rendido al momento, a lo que quizás vendría. Mis manos se habían acostumbrado a los grados de tu piel bajo el polerón, y al parecer las tuyas ya comenzaban a participar, haciéndote paso por entre las ropas, tocando la piel que allí se escondía. A veces tu rostro me resultaba demasiado inocente para esas cosas, e incluso me atrevía a pensar que nunca en tu vida habías sido tocado de una manera que no fuera fraternal.
Pero quizás me equivocaba.
Mientras que el calor de la improvisada habitación se hacía casi insoportable, mi cuerpo se adelantaba al tuyo, rozando caderas, entrelazando dedos. Y de la nada, el pequeño closet me pareció demasiado estrecho. Era asfixiante pero tentador, tu respiración se acortaba cada vez más y esa tranquilidad en tu rostro ya había desaparecido por completo.
Estabas perdiendo la paciencia, y se notaba.
Cuando me mirabas, y chasqueabas la lengua al saber que yo sólo me iba en besos. Cuando el calor fue incrementado al punto de necesitar un poco más de aire. Justo ahí, cuando por orgullo te limitabas sólo a ronronear, mis manos se atrevieron a más.
Desnudándote como si la vida dependiera de ello, casi rompiendo tus sencillos pantalones con la brusquedad de un adolescente exaltado por sus hormonas, sabiendo que ya de adolescencia, me quedaba casi nada.
Y te abalanzaste contra mí, casi viniéndote encima de mis caderas, e hice uso de todas mis fuerzas para contener el frágil peso de tus huesos, que de un momento a otro, me pareció una carga mucho más pesada que antes. Quizás era el delirio, o el peso extra de la pasión, pero mis piernas temblaban al saberse presas de algo que era demasiado bueno para ser verdad.
El cierre de tu pantalón ya ni existencia tenía, botado en el suelo del mueble, y el mío propio, gracias a tu maestría indecisa, ya no molestaba como antes.
Quise frenar, debo ser honesto. Quise taparte la boca y empujarte con fuerzas, huyendo de ahí sólo por cobardía. Pero la suavidad y firmeza de tus muslos, obra de los tantos entrenamientos, me ataron invisiblemente a la pasión que desbordabas por cada poro de tu piel. Cada poro que fue besado, mordido y lamido por mi, en un arrebato de poca vergüenza y casi nada de pudor.
Y como magia, tus caderas se acoplaron a las mías, en el perfecto e infame momento en que me supe dentro de ti. Conocimientos del sexo, yo pocos tenía. ¿Tú? Quizás la nada misma. Pero por instinto nos buscamos, nuestras partes se buscaron, llegando más allá de las letras escritas en un libro de consejos.
Arremetí, porque así tus ojos me lo pidieron, envueltos en lágrimas que no creí que fueran de dolor. Estaba nublado por la asfixia que me inducías con sólo besarme, y sólo fui capaz de pensar cuando ya tus quejidos no eran de placer, si no más bien de una sensación desgarradora,
De la cual era culpable.
Unos balbuceos de perdón salieron de mi boca, pero más allá de eso no pude hacer. Me mantuve rígido, con temor a sacarte otro quejido, mientras tú, con extrema calma, acomodabas tu cuerpo sobre el mío, apoyando mejor tu espalda en la madera y ronroneando como hacía unos minutos.
Y te ví perfecto. Con la poca lucidez, vi lo que realmente eras, y no lo que yo quería ver. Y fue mucho más deslumbrante que la misma percepción propia.
Tu delgada cintura, casi compitiendo con la mía. Tus pálidas piernas, la suavidad de tu vientre y ese movimiento excitante que efectuabas con tus labios. Tu cabello despeinado, húmedo y tibio.
Al parecer, me habías enamorado.
Casi como a una niña de escuela, había caído completamente a lo que todos llamaban “la sensación inexplicable de amar”. Y me sentí sucio por unos instantes, al comenzar todo esto sólo por lujuria, sólo por encanto.
¿Qué estarías pensando tú?
Poco tiempo tuve para analizarte, puesto que ya habías vuelto a cerrar tus ojos y a mover tus caderas en un suave pero profundo vaivén. Sentí la presión en mí, y mi pecho se contrajo ante tantas sensaciones. Ante el amor y ante el deseo.
Y me permití poseerte. Poseerte hasta cansarme y cansarte. Poseerte hasta que ni una gota de sudor quedara en tu cuerpo. Hasta que ya ni los gemidos salieran. Hasta que mi cuerpo notó el desvarío de ambas mentes, y me dejó al fin marcarte como desde un principio había deseado.
Eras mío.
Fuiste mío.
Retrocediste, y miraste con serenidad lo que había hecho yo en ti, y tú en mi vientre. Normalizaste tu respiración, casi tan rápido que no me lo creí. Era una frialdad, que no estaba presente antes. Ese control que creí derrotado en un principio, volvía a tus facciones y a tus acciones, vistiéndote como si nada hubiera pasado, mientras yo me aniquilaba en dudas.
- ¿Te vas a ir? – pregunté casi como un idiota, apoyando mi cuerpo por primera vez en la madera contraria a la tuya.
Y me viste, y sonreíste.
- ¿Por qué no lo haría? – y todo grado de perfección se fue volando por las rendijas de la puerta, dejándome desvalido y con una tremenda adicción a lo sucedido.
A lo que fue y que quizás sólo vuelva a pasar, cuando tú lo desees. Cuando la lujuria vuelva a ti, y decidas encerrarte nuevamente en el armario, a la espera que yo entre, desnude tu cuello...
Y vuelva a morderte.
----------
Etiquetas: kemaru, kevin, marumir, oneshot